Si Messi leyera
Ha dicho Daniel Pennac que el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo. Falta el verbo jugar. Leer es como jugar fútbol y si los jóvenes mexicanos dedicaran el tiempo que dedican la cosa más importante de las cosas menos importantes, como ha dicho Eduardo Galeano entonces las estadísticas de lectores per capita aumentarían considerablemente. Leer, hoy en día, se vende y se impone como prescripción médica para todos los males. Basta con mirar las campañas que la industria mediática hace contratando a personalidades que te dicen que leer es bueno. Contrataron a Xavi Alonso, Iniesta y Pique para decirnos que leer te hará un triunfador, pero no apareció Messi o Cristiano Ronaldo, los dos héroes del balompié mundial que el marketing globalizante nos ha hecho seguir más que la propia liga del llanero de cualquier barrio.
Ignoro si Messi lea, lo que sí sé es que desde pibe era un superdotado del fútbol, según cuenta Alex de la iglesia en su película Messi, un día se quedó encerrado en un baño y el pueril astro llegó tarde a una final en la que, entrando de cambio, logró anotar dos goles para quedar campeón. Se le veía feliz y si el lector me sigue en la analogía considerará que se juega fútbol por placer y se lee por placer. Recuerdo la final del mundial de fútbol del año pasado en la que a Messi se le veía con un semblante de preocupación o seriedad o concentración que impidió que de sus botas apareciera el genio maradoniano. A lo mejor esta vez no se quedó encerrado en el vestidor, pero el juego es el mismo, once contra once, un balón y un par de porterías. Probablemente la presión que el argentino tuvo la tiene un joven a quien desde chico le ha gustado leer y lee por placer, pero le ponen una prueba de comprensión lectora limitando, a través de una imposición, el hedonismo para cumplir con cierto estándar que, además, es una forma de quitarle lo divertido a la lectura.